Dulce bombardeo. (Guerra, golosinas y fotografías)
By Fco. Cecilia - sábado, noviembre 02, 2013

Al mas verdadero estilo de la
guerra fría, de acabar con el enemigo sin disparar un tiro, se
trataba de asediar y estrangular como otras veces en la historia
hasta doblegar la decisión de lo ciudadanos. Hasta que los
berlineses perdieran la voluntad de resistir y el maltrato al que se
les sometía diera resultado. Aunque los soviéticos nunca contaron con la apuesta personal y la lucha de los sentimientos, nunca pensaron que un "Dulce bombardeo" terminara con su medida.
En esta situación, los alemanes
que burlaban a la muerte entre las ruinas de Alemania vieron a los
soldados estadounidenses de una forma más favorable, no porque los
quisieran, sino porque representaban la oposición a los soviéticos.
Los alemanes estaban perdiendo la guerra, pero más allá de esto,
los berlineses estaban perdiendo la esperanza y el corazón, su
principal objetivo en esos días de guerra, su principal tarea era
mantener el cuerpo alimentado y el alma despierta.

Fue entonces cuando británicos y
americanos iniciaron técnicamente el puente aéreo a Berlín,
bautizado como "Operación Vittles". Ambas naciones
llevaron a cabo el fichaje de aviones comerciales y militares de su
flota en todo el mundo. La coordinación, la dirección y el
mantenimiento de tantos aparatos que iban y venían constantemente de
día y de noche sin interrupción se llevó a cabo sin titubeos y en
diciembre de 1948 se consiguió transportar hasta siete mil toneladas
diarias. Las fuerzas aéreas estadounidenses y británicas que habían
sido verdugos y matado a miles de personas en los ataque aéreos a
Berlín tres años antes, ahora prestaban una ayuda inestimable y
fundamental para la supervivencia de los ciudadanos.
El puente aéreo funcionaba y uno
de los pilotos USAF fuera de servicio durante un descanso de solo
unas horas, ya que realizaban hasta tres vuelos diarios, se acercó a
la valla del aeropuerto de Tempelhof. Tras la valla metálica y el
alambre de púas en el borde del campo, vio a algunos niños que
miraban desde allí y le llamó la atención sus miradas, la tristeza
de sus ojos. Nunca pensó en un primer momento que una golosina
pudiera suponer un lazo emocional entre un pueblo acosado y reprimido
y él, una unión de esperanza que nunca se rompió después de ese
instante.
El piloto se llama Gail Halvorsen
y en los bolsillos de su uniforme llevaba un par de barras de goma de
mascar. Rompió cada una en dos pedazos como intento de repartir a
más niños y se los entregó. Quedó impresionado al observar que
los niños no se peleaban por las golosinas, en lugar de eso, se
repartieron los pedazos y los que no llegaron a conseguir los
chicles, compartieron los pedazos del envoltorio para poder oler la
golosina, como si lo que llegaran a oler y alcanzar fuera el recuerdo
de la felicidad anterior a la guerra.
Gail prometió a los niños que
volvería al día siguiente y si era posible dejaría caer algunos
caramelos y chicles. El número de aviones que llegaban con el
transporte era continuo. En los días de mayor intensidad, llegaba un
vuelo cada 90 segundos. Eso significaba que no había manera de
conocer cual era el avión en el que llegarían las golosinas. Gail
Halvorsen dijo que volvería y dejaría caer algunos paracaídas y
movería las alas del avión para ser identificado. Incumpliendo las
ordenes de los mandos y bajo amenaza de consejo de guerra, inició el "dulce bombardeo" (Candy bomber).
Dar a un niño un chicle, un gesto
simple, se convirtió en el enganche a la esperanza de muchos niños
que a partir de ese día abrían los ojos pendientes de las alas de
los aviones que años antes les bombardeaban y que ahora les
mantenían vivos y atados a los recuerdos de la felicidad haciéndoles
la vida algo más dulce. Al día siguiente de su promesa, después de
lanzar las golosinas se volvió a acercar a la verja y los alambres
de púas. Esta vez al otro lado había un grupo de niños sonreían y
agitaban los pequeños paracaídas.
El resto de pilotos de la base,
ofrecieron su ración de dulces para que cada día fuera lanzado a
los niños y participaron en la confección de los paracaídas. Ese
fue solo el inicio. Pasado el tiempo y conocido el gesto de
Halvorsen, los niños americanos en sus colegios comenzaron a
fabricar los paracaídas a miles de kilómetros y algunas empresas
americanas donaron toneladas de dulces a esta causa. Cuando todo
terminó, Halvorsen había lanzado sobre Berlín más de quinientos
mil paracaídas cargados de dulces.
Años después los mismos niños
contaban que esas golosinas y el gesto desinteresado como acto de
bondad reformó su forma de pensar y cambió su opinión y poco a
poco la de todos los ciudadanos de Berlín que manifestaron estar
eternamente agradecidos. En la operación "Little Vittles"
lanzaron aproximadamente 23 toneladas de golosinas durante casi un
año.
Los soviéticos finalmente debieron suspender el bloqueo a Berlín, sencillamente porque no funcionó. El puente aéreo resultó un éxito y los niños de Berlín mantuvieron su esperanza y alguna que otra sonrisa hasta el final de la guerra. Pilotos como Gail Halvorsen forman desde entonces parte de la historia y los recuerdos de los niños berlineses que le apodaron "Uncle Wiggly Wings" (tío mueve alas).
Los soviéticos finalmente debieron suspender el bloqueo a Berlín, sencillamente porque no funcionó. El puente aéreo resultó un éxito y los niños de Berlín mantuvieron su esperanza y alguna que otra sonrisa hasta el final de la guerra. Pilotos como Gail Halvorsen forman desde entonces parte de la historia y los recuerdos de los niños berlineses que le apodaron "Uncle Wiggly Wings" (tío mueve alas).
Cinco años después de escribir este artículo, he tenido la fortuna de poder visitar Berlín y entrar en el Tränenpalast o "Palacio de las lagrimas". Un espacio que servía a la dictadura del Partido Socialista Unificado Alemán (SED) como control fronterizo para las salidas de la RDA a Berlín del oeste y donde los berlineses derramaron muchas lágrimas en las despedidas de sus familiares. Hoy es un lugar para el recuerdo, símbolo de los destinos de las personas durante la guerra.
Allí pude hacer esta fotografía y leer esta historia que pervive entre las más destacadas de la exposición permanente Grenzerfahrungen (experiencias límite) con objetos originales, documentos, películas y entrevistas a testigos de la época con las versiones en vídeo de ambos bandos. Si tienes la posibilidad, no dejes de visitar Berlín y empaparte de su memoria.
Allí pude hacer esta fotografía y leer esta historia que pervive entre las más destacadas de la exposición permanente Grenzerfahrungen (experiencias límite) con objetos originales, documentos, películas y entrevistas a testigos de la época con las versiones en vídeo de ambos bandos. Si tienes la posibilidad, no dejes de visitar Berlín y empaparte de su memoria.
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Imagen tomada durante mi visita a Berlín en el 29 aniversario de la caída del Muro. |
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*** Dedicado a mi madre en el día de los difuntos, por todos esos paracaídas que siempre me envía desde allá arriba, en su dulce bombardeo.