Esa mañana iniciamos la segunda parte de nuestro maravilloso Viaje a la India. Abandonamos el "Triangulo de Oro" después de conocer un buen número de lugares, monumentos y templos en Delhi y New Delhi y haber visitado la Ciudad rosa de Jaipur y el inolvidable Taj Mahal en la Ciudad del Amor, Agra. Nos espera la India rural, donde no existen las prisas ni aglomeraciones.
La noche anterior nos despedimos de Inma y Oscar que volvían a Cataluña, por lo que de aquí en adelante el viaje continuaba para Julian, Merche y yo, un estupendo trío de viajeros que después de desayunar salimos hacia la estación de tren donde dijimos adiós a Dev Kapoor nuestro guía durante esos días y a nuestro discreto y callado conductor. Feliz viaje para todos ellos.
Desde Agra a la estación de Jhansi nos trasladamos en tren con IndianRail. Aún con el recuerdo de Agra y el Taj Mahal fresco en nuestras mentes, viajamos en segunda clase con aire acondicionado, aunque no nos hizo falta porque la temperatura era buena. El tren y los vagones tenían una apariencia de cierto abandono o falta de mantenimiento, pero por otro lado cumplía con nuestras necesidades.
El vagón en que viajamos contaba con cinco hileras de asientos de metal algo rudimentarios, menos mal que el viaje era corto. Con nuestro billete entraba un pequeño aperitivo y una botella de medio litro de agua por persona que nos vino de perlas. Los ronquidos de fondo de algunos viajeros descansando plácidamente nos acompañaron hasta el final del recorrido.
Al llegar a la estación de Jhansi nos llamó la atención el enorme bullicio de hombres en el hall. Nuestro conductor nos esperaba para trasladarnos hasta Orchha que se encuentra a una media hora en coche. Por el camino paramos para ver un buen grupo de murciélagos gigantes Mi Nikon D850 y el Super-objetivo 70-200mm f/2.8 que siempre llevaba a mano me permitieron alguna fotografía de estos animalitos en los enormes y altos árboles junto a la carretera que habrían pasado desapercibidos si nuestro conductor no para y nos advierte de ello.
A la entrada de Orchha nos esperaba nuestro guía junto a las puertas del complejo del Fuerte de la ciudad medieval. Enseguida descubrimos que sus palacios y templos aún conservan su esplendor original pero están menos cuidados que los que hasta ahora habíamos visitado.
Parecía que el tiempo se había detenido y estábamos viendo alguna de las imágenes sacadas de "El libro de la selva de Rudyard Kipling". Cúpulas, techos y paredes ennegrecidos por el tiempo dan un punto misterioso a la ciudad oculta.
A la entrada de Orchha nos esperaba nuestro guía junto a las puertas del complejo del Fuerte de la ciudad medieval. Enseguida descubrimos que sus palacios y templos aún conservan su esplendor original pero están menos cuidados que los que hasta ahora habíamos visitado.
Parecía que el tiempo se había detenido y estábamos viendo alguna de las imágenes sacadas de "El libro de la selva de Rudyard Kipling". Cúpulas, techos y paredes ennegrecidos por el tiempo dan un punto misterioso a la ciudad oculta.
El número de turistas es mucho menor por ser un destino menos habitual y casi caminamos solos entre sus monumentos y templos que aunque un poco abandonados dejan reconocer el privilegio que en su día tuvieron de ser capital de uno de los reinos más grandes y poderosos de India Central desde su fundación en el año 1501 por el jefe de la dinastía Bundela, el Maharajá Rudra Pratap Singh, que se convirtió en el primer rey de Orchha
Estuvimos muy poco tiempo. Unas horas antes de comer para después continuar nuestro viaje hacia Kahjuraho para pasar la noche. En ese tiempo visitamos los lugares más conocidos, entramos al recinto del Fuerte de Orchha atravesando una puerta enorme de madera con unos pinchos metálicos que según nos indican cumplían la función de defensa contra el envite de los elefantes durante los conflictos.
Lo más destacado de Orchha es su fortaleza junto al río Betwa, que se encuentra en una isla, rodeado de una buena muralla y tiene varios edificios entre los que pudimos ver el Raj Mandir (templo real) y el Jahangir Mahal (palacio de Jahangir), ambos de arquitectura mogol e hindú.
En la parte trasera del fuerte a la que accedemos por la "puerta de los elefantes" hay una robusta construcción en piedra que se utilizaba como cuadra para los camellos y algún elefante, desde aquí se observa el río y los bosques de árboles de Teca.
Desde las terrazas y balcones de la Fortaleza y el palacio, pudimos ver a lo lejos en las inmediaciones del río Betwa alguno de los 14 Chhatris o cenotafios que albergan las tumbas reales de la dinastía Bundela. Junto al fuerte podemos ver el Rai Parveen Mahal, una pequeña construcción que Indrajit Singh construyó a su amante por su belleza, música y poesía. Todo mucho más místico que los bellos y cuidados palacios que vimos en La ciudad abandonada de Fatehpur Sikri.
Al otro lado del puente sobre el río Betwa entramos en la población de Orchha con sus pequeñas casas blancas y azules que nos recuerdan nuestra visita a Chefchaouen el pueblo azul. Vemos el palacio de Chaturbhuj dedicado a Vishnu el dios protector del universo sobre una plataforma enorme de piedra al que se accede por unas empinadas escaleras. Y por último el Ram Raja Temple, el único templo de la India donde Rama es adorado como un rey y no como un dios con sus bonita estructura dorada y blanca.
El mercado a los pies del templo es el alma de Orchha y está lleno de pequeñas tiendas y vendedores ambulantes. En sus calles conviven en el bullicio algunas vacas que aunque sagradas, están algo famélicas. Algunas tiendas son un buen escaparate de colores, sabores y olores. El ambiente rezuma olor a cúrcuma o curry y los polvos de colores naranjas, amarillos o rojos para las fiestas bien merecen estar en la galería fotográfica de "La India y sus colores".
Allí conocimos a una joven española del país vasco que después de acabar la carrera hizo un viaje a India y quedó encantada del país. Ainara nos presentó a otras dos jóvenes indias con las que vivía y a las que ayudaba en las ventas de un pequeño puesto de ropa y bisutería artesana. Después de un rato de charla volvimos a nuestro itinerario echando de menos la libertad de poder pasar más horas con ella y sus vivencias. Una pena sólo estar una mañana en Orchha.
La suerte nos hizo coincidir con la celebración de una ceremonia de boda y pudimos ver como los hindúes cantan y bailan la música típica del país en la plaza, centro de la actividad del pueblo. De allí, después de alguna compra sin agobios, nos fuimos a comer a un pequeño restaurante " familiar con terraza y nombre español (aunque gramaticalmente incorrecto), desde donde observamos el paso de los transeúntes mientras degustábamos una buena comida india y una buena cerveza.
Desde aquí nos quedaban unas tres horas de coche hasta Khajuraho, la ciudad del Kamasutra, nuestra siguiente etapa del viaje. Si algún día vuelvo a la India, intentaré gestionar más tiempo en este bonito pueblo y gozar de algo de relax en medio del Viaje a la India para visitar también la zona rural y natural del entorno de "Orchha, la ciudad oculta".