"Querida compañera muerta: Un hombre acabó con tu vida y tal vez te extrañe que otro grupo de hombres nos dirijamos a ti que ya no puedes leernos. Por favor, permítenos unos minutos para explicártelo.
No todos los hombres somos, ni queremos ser, unos cobardes que insultan, desprecian y llegan a matar a sus compañeras porque tienen miedo de enfrentarse a la vida exterior y a desarrollarse como personas, estableciendo lazos y relaciones fuertes con los demás. Ya sabemos que el hombre que te cayó encima probablemente juraría que te quería mucho, pero a la vez era incapaz de apoyar tu desarrollo como ser humano, no toleraba que salieras con tus amigas, ni menos que quisieras formarte e incorporarte al mundo laboral y tendría celos incluso de la relación con tu familia.
Tenía miedo a la vida y tú, por ser mujer dadora de vida, eras la demostración viviente de su fracaso. Y lo intuía y como era incapaz de enfrentarse a su propia muerte, eligió lo fácil y criminal: darte muerte a ti.
Tenía miedo a la vida y tú, por ser mujer dadora de vida, eras la demostración viviente de su fracaso. Y lo intuía y como era incapaz de enfrentarse a su propia muerte, eligió lo fácil y criminal: darte muerte a ti.
Por desgracia no es un caso aislado, como tampoco lo ha sido tu muerte. Nacemos en una cultura machista, patriarcal dicen los estudiosos, que desde pequeños nos crea falsos valores. Nos inculca que como hombres somos superiores y por consiguiente tenemos derecho a mandar sobre vosotras e imponeos nuestra voluntad; también dice que no debemos mostrar nuestros sentimientos (¡los hombres no lloran!) que hacerlo nos hace débiles y vulnerables y tantos otros valores que acaban separándonos en dos estereotipos que desempeñan diferentes papeles en nuestra sociedad. Incluso cuando ejercemos la misma profesión con sueldos y autoridad diferentes. Por supuesto vosotras, siempre, más abajo.
Y nadie estamos libre de culpa. Hombres y mujeres, en un momento u otro, hemos contribuido a mantener esos valores: trasmitiéndolos, consciente o inconscientemente a nuestros hijos e hijas... Pero también lo hacemos cuando en nuestra vida diaria callamos ante actos de humillación a las mujeres, en el trabajo, en el autobús, en la calle, en nuestra casa, cuando oímos los gritos o los golpes en la de al lado y nos decimos para disimular nuestra cobardía: "Es una pelea doméstica, es cosa de ellos".
No. La violencia contra la mujer no es un asunto privado, es algo que está destrozando nuestra sociedad y contra la que todos y todas debemos luchar tanto en nuestro entorno familiar como en el laboral y ciudadano. Cada vez que callamos, que miramos para otro lado, que no intervenimos, estamos siendo cómplices y, por tanto, culpables.
En esta legislatura se ha dado un gran avance con varias leyes sociales por la igualdad y contra la violencia de género. Pero las leyes no resuelven los problemas cuando se publican en el Boletín Oficial del Estado sino cuando los ciudadanos de a pie las incorporamos a nuestras conductas diarias. Alguien dijo hace mucho que la mejor Ley es aquella que los jueces no tienen que aplicar porque forma parte de nuestra vida cotidiana.
Puede que nos falte mucho, tal vez una generación, para que esto suceda en España con la nueva Ley contra la Violencia de Género. Muchos están dispuestos a matar, como bien sabes tú en carne propia, por no perder unos privilegios que creen tener por derecho natural aunque la ley civil ya no se los reconozca.
Por eso, aunque no puedas leerla, te enviamos esta carta. Porque queremos hacerte público nuestro reconocimiento por haberte enfrentado a tu maltratador, por haber luchado por tus derechos y, a la vez, por los de todas las mujeres. Porque lo tuyo no era un asunto doméstico sino público.
Queremos también reconocer nuestro fracaso social y nuestra culpa personal porque te dejamos sola y ello favoreció tu muerte. Por ello te pedimos perdón por haberte fallado compañera en esta revolución social que algunos se empeñan en que sea cruenta.
Pero además queremos actuar y que esto cambie cuanto antes. Por eso, los hombres también nos estamos uniendo, para dar la cara y decir a los maltratadores que en el fondo y en la forma son unos cobardes; para promover acciones colectivas de formación, empezando por nosotros mismos, para ayudar a crear ese nuevo estilo de actuación ciudadana que considera público todo acto de violencia de genero se de en el hogar, en el trabajo, en la calle o donde sea y que por tanto nos exige a todos y todas intervenir y pararlo.
Para exigir a nuestros representantes públicos que den también ejemplo de que creen y apuestan por la igualdad y pongan los medios necesarios para cambiar esta cultura machista que nos impregna a todos y todas.
Para exigir a nuestros representantes públicos que den también ejemplo de que creen y apuestan por la igualdad y pongan los medios necesarios para cambiar esta cultura machista que nos impregna a todos y todas.
Porque creemos que otra sociedad más justa, más feliz y con más porvenir para todos y todas es posible. Y en ella compañeras, vosotras ganaréis mucho pero también lo haremos nosotros, en capacidad de poder expresar nuestros sentimientos, en el reconocimiento de nuestra paternidad, en desterrar esa homofobia que nos coarta hasta en las relaciones de compañerismo, etc.
Porque todos podemos crecer como personas queremos ser más solidarios y enfrentarnos a la violencia de género en todo lugar y momento. Porque somos hombres que ya no nos callamos y no tenemos miedo o lo superamos como tú también hiciste, compañera".
Porque todos podemos crecer como personas queremos ser más solidarios y enfrentarnos a la violencia de género en todo lugar y momento. Porque somos hombres que ya no nos callamos y no tenemos miedo o lo superamos como tú también hiciste, compañera".
(Carta escrita por el Pte de la Asociación Hombres por la Igualdad en Aragón, José María Galdo Gracia)
Otros enlaces: Si tocan a una, nos tocan a todas