Los jóvenes, los médicos, los
profesores, los trabajadores, los dirigentes sindicales son personas
responsables que en un momento determinado deciden ejercer su derecho
de protesta, de manifestación o de huelga con la misión y el
objetivo de defender sus derechos laborales, sus derechos sociales,
su bienestar social... Todos ellos, todos nosotros, comprendemos muy
bien que la Policía tiene también una importante misión, la de
mantener el orden público.
Ninguno de los dos, ni los que luchan
por lo que consideran justo ni la Policía, tienen derecho a ejercer
la VIOLENCIA. Los policías uniformados deben ser símbolos
permanentes de legalidad y justicia; tienen una enorme
responsabilidad para ejercer la autoridad derivada de su investidura,
una autoridad que debe tener la fuerza suficiente cuando sea
necesario, pero siempre una fuerza lícita, coherente con la
situación democrática y la defensa de los derechos fundamentales.
No debe ser que en un país donde por
ejemplo un resultado deportivo puede derivar en una fiesta
multitudinaria y excesiva cuando ganan sus equipos, o por contra
provocar revueltas cuando pierden resultando daños en bienes
públicos y heridos con uno u otro resultado y con evidentes
situaciones violentas pueda ser posible cada fin de semana; y sin
embargo la defensa de derechos fundamentales como la educación, la
sanidad o el trabajo vengan a representar un desafío para la Policía
y para nuestros gobernantes que acaben con multitud de detenidos, con
jóvenes sangrando y con imágenes que dejan por los suelos la
supuesta eficacia policial en el control de multitudes.
La ineficacia o la irracionalidad de
los servidores públicos, ya sean uniformados o políticos, afectan
gravemente a la imagen de la sociedad, a la imagen y la credibilidad
institucional y al futuro de las relaciones democráticas entre
todos.
La imagen y la posición de la Policía
no depende exclusivamente de los resultados que obtiene contra el
delito, sino también de la transparencia, de la rectitud y el
comportamiento ético de quienes la conforman. Los ciudadanos debemos
tener la confianza de que nuestra Policía garantiza y defiende las
libertades públicas y de que los que gestionan el funcionamiento de
esta institución y sus profesionales se integran en la comunidad y
no la consideran el ENEMIGO.
La fuerza es toda acción autorizada
por el ordenamiento jurídico, que busca mantener las condiciones
para el ejercicio de los derechos y libertades y asegura la
convivencia. La violencia es la acción que atenta contra la
dignidad, la libertad y la integridad física y psíquica de las
personas. También es violencia, aunque verbal, la de los políticos
que tachan de ENEMIGOS a los ciudadanos. Tanto los políticos como la
Policía en la práctica y las operativas, debe diferenciar el uso de
la fuerza de la violencia. (ONU, Manual de capacitación en Derechos
Humanos para la Policía. Serie de capacitación profesional No. 5.
Nueva York y Ginebra, 1997).
El gobierno debe fortalecer la
participación de la Policía en la comunidad, mejorar su gestión y
enmarcar las actuaciones en torno a principios de transparencia, mesura y
legalidad para incrementar el respeto de los ciudadanos a la ley y a
sus autoridades. Jamás debes ser legítimo el uso de la violencia
cuando ya ha sido sometido el transgresor, o cuando una persona
abandona el lugar de protesta, o cuando está ajena a la situación o
a las advertencias verbales.
El uso de la fuerza debe responder a
los principios de necesidad, proporcionalidad y racionalidad. El
objetivo no puede ser otro que el de salvaguardar el orden público y
proteger los bienes de la comunidad, y sobre todo la vida y la
integridad de los ciudadanos. Algo falla cuando los heridos se
producen por la actuación policial y no la actuación policial para
que no se produzcan heridos.
La Organización de Naciones Unidas
indica que el uso de la fuerza se justifica cuando el policía actúa
en ejercicio de sus funciones y ante la imposibilidad de hacer
cumplir la ley por otras vías como el diálogo, la persuasión o la
advertencia. Esta matización solo nos puede conducir a realizar una
invitación colectiva a evitar situaciones extremas de violencia
intolerable.
Hay personas que con su actitud y
violencia intolerable en las manifestaciones impide la sana
participación dentro del Estado de derecho del resto de ciudadanos
en esa manifestación. De igual modo nuestro dirigentes políticos
que vociferan contra los ciudadanos que se manifiestan por sus
derechos, impiden que todo discurra con tranquilidad y de igual modo
parece que como los otros violentos, desean que las manifestaciones
pacificas se conviertan en peleas campales para sacar ellos el
beneficio que quieren.
Estos días en Valencia, la VIOLENCIA
solo ha estado de parte DE LOS GOBERNANTES y de la actuación
POLICIAL que se lleva a cabo POR DECISIÓN POLÍTICA, además de como siempre, de algún que otro violento que
aprovecha estas ocasiones para la comisión de delitos y sobre los
que SÍ debe caer el peso de la ley y la Fuerza, que no la violencia
de las instituciones y sus autoridades.
Penosa, en mi opinión la actuación
del Jefe Superior de Policía de Valencia el Sr. Antonio Moreno que
para explicar la intervención utiliza la expresión ENEMIGO cuando
habla de los estudiantes mientras mirando a la cámara golpea con su
mano en la mesa..., que no dirá este señor cuando no sea una rueda
de prensa y un micrófono su eco. Sr. Moreno, por favor, no me
defienda de los estudiantes, no son mis enemigos, si no fuera porque
no me gusta la violencia diría que solo usted se merece un bofetón
y no alguno de los jóvenes que hemos visto en televisión.
Ahora se solicita MESURA Y CORDURA,
RESPONSABILIDAD Y SENTIDO COMÚN...... SÍ.
PERO ANTES, SEÑOR RAJOY. ..........
ANTES.
NUESTROS JÓVENES NO SON LOS ENEMIGOS,
SON EL FUTURO Y TIENEN DERECHOS.
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Imagen del "Periodico de la Policía Nacional de Colombia" |
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