Parque Lineal (Leganés). Foto: Fco. Cecilia |
No envejecemos cuando se arruga nuestra piel, sino cuando olvidamos los sueños y perdemos las esperanzas. El paso de los años hace que seamos testigos presenciales de la historia, vivimos nuestro presente que ahora es pasado y somos capaces de enseñar y compartir para no dejar repetir los errores
pasados.
Un rayo de luz puede hace brillar
las hojas en otoño y el calor del sol puede ser aun más agradable cuanto mayor
es el frío y la humedad, solo es cuestión de ver el sol y abrir los brazos a su
calor. Una frase popular anónima dice: "Mucha flor en primavera, buen
otoño nos espera".
El bienestar psicológico, el ser
feliz, es importante para vivir bien y es esencial para madurar y envejecer mejor. La
actitud de cada persona ante la vida puede favorecer vivir en plenitud,
depende de nosotros. Es importante recoger los rayos del sol de otoño, las alegrías
del día, las sonrisas, las caricias, las miradas, el amor y llenar para el
futuro nuestro pecho, preparar nuestro espíritu para rechazar de nuestra vida
la tristeza y la amargura.
Poco a poco la vida nos acerca
los duelos, la juventud que se aleja, la
esperanza de vida, la salud hinca la rodilla, familiares y amigos se
marchan definitivamente, el trabajo cansa y el éxito profesional quizá ya no es
posible, es posible que no podamos tener la autonomía personal que quisiéramos o la independencia que necesitamos y aún así en el peor de los casos debemos
conseguir con la madurez, el experimentar un importante crecimiento
interior y saborear la vida de una mejor manera.
Desde la experiencia adquirida, la
sabiduría de lo vivido, el sentimiento y el espíritu podemos madurar
interiormente y con la ayuda de esa mirada, ese beso o esa sonrisa, con la
ayuda del calor de esos brazos y esos rayos de sol en otoño nos podemos sentir realmente
felices y libres, ver, vivir, sentir y amar.